miércoles, 21 de noviembre de 2012

Día del censo que vanamente intenté hacer algo bueno


El poema,
que intento escribir con mi vida,
tiene algo de ti.
Tiene la furia contagiada
de la hostilidad de la ciudad.
La ternura de una sonrisa;
el ego del que vence.
Tan difícil se me antoja
conseguir escribirlo
como renunciar a él.
Me perseguirá
por las noches oscuras
que acechan mi memoria.
Por las hipotecas que contraí
con mis actos.
Por el peso de las cosas
que nunca te dije
y la rémora de lo que nunca hice.



lunes, 19 de noviembre de 2012

Tinta




Te extraño de repente te extraño como si fueras una parte de mi cuerpo arrancada, y qué vergüenza decírtelo, más vergüenza daría no hacerlo. Qué época del año es como para que te extrañe tanto qué pasa en el mundo qué intuiciones son estas que no logro descifrarlas, simplemente oleajes de tu olor que no huelo, tu sombra que nunca puedo pisar, solo puedo escribirte, y tanto que la tinta se asusta y se devuelve.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El secreto de La Paz


                        "Illimani" obra de Arturo Borda
Yo nunca pude visitar La Paz y no sabía cómo era realmente, hasta que me lo contó el niño más pequeño que he visto en mi vida, no estoy seguro de donde vino pero parecía uno de esos chiquillos que limpian las botas de los señores a cambio de una moneda, un pequeño lleno de sabiduría aprendida en la calle. Me lo encontré por casualidad cuando buscaba atrapar la sonrisa de una muchacha para guardarla en mi colección. Observé que entre la gente un pequeño me observaba. Me guiño un ojo y me pidió que lo siguiese. Cuando dejamos el bullicio tras nosotros se giró y me dijo “tú qué quieres visitar la ciudad de La Paz, debes saber cómo es que esta funciona”.  Le dije que sí asombrado, asustado y algo pensativo ante la pregunta de aquel pequeñín que en ese momento se destapaba el rostro que lo llevaba cubierto con un pasamontañas y dejo relucir unos brillantes ojos.

“Pues abre bien los oídos y escucha”

La Paz no es como una ciudad sin más, no. Mi ciudad es mucho más que un simple conjunto de personas que viven y trabajan juntos; La Paz se parece a todos los que viven allí, por ejemplo cuando despierto feliz, en la mañana todos se levantan muy temprano y a pesar del frió les gusta decir a todos “buenos días”. A veces cuando estoy triste, la ciudad se llena de polvo y cenizas y las casas parecen que arden en gritos, mientras lo habitantes se pelean y gritan. A veces cuando lloro  se escucha en las noticias que el mar también crece, eso es porque las lágrimas son saladas, y cuando la tristeza es muy grande llueve en el corazón, se inunda y sale en formas de lágrimas que chocan la tierra y llegan hasta el mar. A veces cuando me río en la escuela, se escucha una fuerte carcajada por toda la ciudad y es que parece que a la gente le hacen cosquillas con una pluma. Cuando tengo hambre, todos buscan comida e invitan a los que no tienen, como en un ejército se reparte especialmente a los niños de las escuelas plátanos y refrescos. Hay días muy largos que son porque los niños no quieren irse a dormir y días tan cortos que parece que todos estaban cansados de trabajar y querían irse a descansar. Cuando me siento solo, la calle esta como si fuera un desierto y me siento más triste, pero cuando estoy con todos mis amigos la gente salta feliz y baila por horas en cualquier lugar que encuentre espacio. Cuando tengo frió  todos caminan juntitos como queriendo compartir un poco de su calor y cuando el sol se coloca en lo más alto del cielo nos volcamos a las plazas y a los parques para ver a las margaritas despertar.


“¿Y qué pasa con el amor?” pregunté sin poder resistirme.



En La Paz todos se aman, es como el amor hacia un padre, una madre, un hermano o un amigo, ¡ese amor, si es verdadero!, además cuando alguien ama todos nos sentimos muy bien y cantamos por las ventanas de nuestras casas para que todos sepan que amamos.
Cuando terminó, arrugó su frente y frunciendo la nariz exclamó: “¡Tengo hambre! ¿Podrías sonreír, por favor?”. Cuando lo hice, su rostro se iluminó.
Le pregunté que si le apetecía tomar algo conmigo, pero él se limito a sonreír… y alejándose de mí dijo entre dientes:

“Yo me alimento de sonrisas y risas. Mi alimento es la felicidad de los demás.”

lunes, 5 de noviembre de 2012

QUIERO DESCANSAR



Quisiera poder cambiar el sentimiento de cansancio en la mañana, y que me atacara en la noche. Así, podría dormir en paz. Nunca puedo conciliar el sueño temprano.
 "Eso se arregla con trabajo" dijo el proletario.
 "Eso se arregla normalizando sus horas de sueño" dijo el doctor.
 "Eso se arregla leyendo" dijo el escritor.
 "Eso es el eterno descanso" dijo Dios.

Y le di trabajo al proletario, horas normales de sueño al doctor, buenos libros al escritor. Seguí sin poder descansar. Todo igual, todo igual en el mundo.

Trabajé durante muchas horas. Hablé con la gente, convencí a unos pocos de trabajar más duro de lo normal. Los vi llegar cansados a sus casas, y dormir. Pero dormían insatisfechos, dormían enojados, dormían injustamente porque jamás decidían cuándo poder dormir.

Seguí las instrucciones del médico. Tomé pastillas, dejé de beber, evité el café después de ciertas horas, me metí bajo las sábanas a la misma hora todos los días, escribí las horas que conseguí dormir cada día. No conseguí nada.

Leí como nunca. Hice lecturas de libros con muchas capas, para educarme. Conseguí mucho, pero tenía que hacer apuntes, entender, vadear entre las ideas y preguntarme cosas. Siempre terminé intranquilo. Leí novelas, y me trajo algunos gustos. Leí novelas realistas e históricas y descubrí que no me gustan mucho. Leí novelas surrealistas y las encontré pretenciosas. Leí novelas especulativas y estuve de acuerdo con algunas cosas. Leí novelas autobiográficas y las sentí ajenas a mí.

Pero cuando le di eterno descanso a Dios, los pueblos del mundo dejaron de matarse.
Al fin, pude dormir bien.