Mutaré en beso, e
hibernaré en tus labios. Pero aunque pase el invierno, no querré despertar. Soy
un titubeo efervescente, un abrazo que aprende a abrazar. Si miro hacia
adentro, solo veo mar. Si miras hacia fuera, cuéntame que se ve. Traigo hojas
secas, traigo algo parecido a un embalse, con su dique y todo para romper.
Mutaré, y cuando no vuelva la
sordidez, dejaré de empeñarme en estorbar.
Y si acaso se te ocurre preguntar,
porque mis poemas no te escribo más, responderé con sorna ¿Y qué es lo que
estoy haciendo, cuando vencido por el vértigo de tu mirada, alojo mis labios en
los tuyos? ¿Y cuando irresistiblemente mis manos recorren el acantilado de tu
espalda? ¿Acaso no es eso un poema? ¿Acaso no es un poema este trayecto, adornado
de anocheres incautos, y de amaneceres salvajes? ¿Acaso no es un poema dormirme
plácidamente con la sintaxis de tus gestos? Si que estoy escribiendo un poema, mi
amor.
Lo que pasa, es que tú no puedes
leerlo, porque me temo, no me amas más.