sábado, 9 de noviembre de 2013

Déjenlos ser



Siempre he creído que es bastante  irresponsable afirmar que las películas basadas en libros tengan que ser como en los libros. ¿Alguno de ustedes se preguntó la diferencia entre unos y otros? ¿Acaso se ha vuelto costumbre tener que ver la película cuando no se puede leer el libro?
Un libro y su lectura como tal, tienen connotaciones distintas a las que se puede obtener de una película. Es fácil pensar, que se puede entender un libro viendo su adaptación a la pantalla.
Para empezar, el libro, es un objeto creado para tres distintos fines: primero, para no ser leído, por ser este, una carga moral, filosófica, física e intelectual, que llevaría a sus lectores a pasajes recónditos e inexplorados de su memoria, por ello es que no deben ser leídos, al menos no por cualquiera, o aunque sea, no cualquiera puede leerlos; segundo fin de los libros es el de desangrarnos, es decir sacarnos las vísceras, voltearnos las tripas y pretender que sigamos con nuestras cotidianas vidas; como tercer fin del libro, a palabras de Vilas-Matas “cuánto más sé, más tengo que dudar o preguntarme cosas”, estos son hilos invisibles que nos provocan un auto-desconocimiento, unos hilos invisibles que se nos enredaron allí arriba y que en el caso extremo, modifica intencionada o des-intencionadamente nuestras vidas por medio de percepciones leídas, es decir que un tipo que no conocemos, en algún lugar que nunca hemos ido y con ideas que jamás compartiríamos, nos cambiaría, desde los sentimientos hasta las actitudes, un libro como último fin, nos hará parte de él, y si leíste más de uno, tendrás problemas, porque de una unidad ahora serás un conjunto alborotado y bullicioso de todos los libros que hayas leído. Todo esto, al menos con los buenos libros y por ende acompañado de las buenas lecturas.
Y qué es lo que pasa con las películas, con las adaptaciones holliwudenses (o como sea que se diga). Qué fin puede darnos la obra completa de Spielberg; no más de lo que pueda darnos la de Kubrick o la de Tarantino. O sea digo yo, si quisiera realmente entender los valores de Harry Potter o del Señor de los Anillos, leería sus libros ¿no creen? Como voy a pensar comparar, la obra intelectual de alguien con la obra económica de otro alguien; desde un principio es un absurdo. Pero esto, no es sólo pensamiento de los lectores que comparan, ni de los cinéfilos que pretender leer una obra en la pantalla de cine, sino de mí, descuidado lector. Pues no nos hagamos de tripa corazón, si yo no hubiese puesto en la palestra que comparar los libros no estuviese mal, nada de este artículo hubiese importado (lo cual subraya la diferencia entre leer y ver). Ahora mismo, es de manera rutinaria ir al cine, porque se leyó Los Juegos del Hambre y pretender que la peli sea geometricalmente(palabra inexistente hasta ahora, por cierto) igual que su antecesora escrita. Los resultados son: una crisis mental, una puteada a quién se llevó al cine, increpándole como si esa persona tuviera la culpa de que cientos de escenas no hayan cumplido los parámetros mínimos que el libro ofrece, y por último publicaran en sus feis una carita triste :/  Al otro lado, los que no leen ni el menú del restaurante, pasarán orgullos a su salida del cine por las librerías y contemplaran en sus estantes el libro que leyeron en una película, se burlaran de los que no han descubierto esta ventaja providencial, ellos leen, sí, leen en dos horas y media y están listos para el debate.

Pero no lleguen a pensar que soy tan odioso con las películas, pero es que digo ¿tanto cuesta apreciar una película como película? En serio ¿tanto? Sería tan tonto como querer comparar la adaptación del mismo George Lucas de su obra maestra cinematográfica al libro “La Guerra De Las Galaxias”, porque, un libro es una cosa muy distinta de una película y hay que empezarlos a tratar como tal.