En la mañanita de
septiembre
horas antes del mercado
y su bulla
me tenderé en la puerta
de la municipalidad
ebrio hasta las patas
buscando que no se me
caiga la puta cabeza;
sé que no tengo que
vomitar
El sol sale y cuarto
pero el calor
no llega hasta el medio
día
me gustaría levantar el
teléfono
y decirte que me estoy
desmoronando
que ya no puedo
que temo más que nunca
que esta ciudad en
donde vivo exiliado
se caiga conmigo a
pedazos
y sólo querría
preguntarte
si también en la otra
vida seremos infinitamente miserables
o podremos escapar a
tiempo antes de cumplir los 20 años
La cruda me
desentornilla el coco
un hilo de sangre gotea
desde mi oreja;
Una mañana de
septiembre
y la borrachera no se
me pasa
A eso de las dos
cuando ya pueda pararme
saldré a caminar por mi
pueblo
con el viento en mi
espalda
bajo ese sol espléndido
que ilumina las calles
(incluso después de
nosotros)
mi perro por su parte
seguirá compartiendo
el pan y el mismo plato de agua
que una arrugada me
dejó
Mis vecinos al verme
me dirán:
—buenos días, doctor—
confundiéndome con mi
padre
o con mi abuelo
y todo por un segundo
parecerá estar en su lugar correcto
Puta borrachera; y
déjame que te diga
que ahora estoy en una
tarde de septiembre tan ebrio como puedo
y que me levantaré
mañana no sé en qué siglo
donde podré recordar en
silencio
lo felices que éramos
buscando una palabra
en medio de la casa
destruida
cuando creíamos como
ciegos en nuestro pacto
para asesinar a la
miseria
cuando entendimos
que la única respuesta
correcta
consistía en olvidar la
pregunta