martes, 6 de junio de 2017

Intuiciones


Se mece un verso incomprensible en el limbo de una neurona. Miro como a un extraño mis poesías. En ellas se reflejan mis dudas, nada más. Quizá solo haya una resonancia, una distorsión dentro de mí que me empuja a perforar el abismo: un muro de palabras, un salto de avestruces, un miedo cervical, una ignorante duda, una brusca sutilidad, una fragilidad fútil. Un instante en que escribo y nada más. Eso es lo que pretendo, paralizarme en mis poemas, oír mis letras respirar, romper su intimidad y protegerla, acunarme en la eternidad de un suspiro.


No. No encuentro las palabras ni las busco. Escribo porque así, disminuyo la fiebre de sentir. Mi poesía nunca madurará. No lo sé pero lo intuyo, y la intuición es más fuerte que la niebla del futuro o las ficciones de la razón. No tengo razón ni dejo de tenerla porque no digo nada. Me preservo de los preservativos, me convierto en un niño que juega al escondite consigo mismo porque no tiene amigos. Ese niño me mira, yo lo miro a él y no veo nada: su mirada me suplanta.


El árbol lo oye todo, mientras tanto, y sabe mucho. Sabe, por ejemplo, que para esconderse es mejor estarse quieto y no dar vueltas en busca de un mejor agujero donde caerse muerto. Sé que lo sabe y sin embargo yo no lo sé. Me choco contra el tronco y busco una fruta que no me sepa a hiel. Busco una palabra en el diccionario y me pierdo.


Me duermo y sueño que el niño se esconde en mi sueño y no deja de hacer preguntas, aunque ya sabe la respuesta y sabe que no le diré nada, porque en los sueños siempre me quedo sin palabras. Me despierto pero sigo soñando. Soy libre. No estoy obligado ni siquiera a volar: puedo escoger una vida de preso. Es más cómodo encerrarse que abrir las alas, pesadas como el plomo que llueve sobre mi cabeza y rebota.



No he entendido nada; he escrito esto en un insomnio, otra vez volvió su presencia en mis sueños. Mis ojos veían muchas formas que ya no recuerdo ni soy capaz de inventarme para que otros se las imaginen. Me voy sin cerrar la puerta, estas no se inventaron para cerrarse, sino para darles trabajo a quienes quieran abrirlas.