que me arropa esta noche.
Sin embargo,
no serán estos versos
los más tristes que podré escribir.
Pues ni ella, ni nadie, los merecen.
Así como tampoco,
para dejar las cosas en claro,
merece mis lágrimas,
ni mucho menos mi sangre.
Aún así lloro,
más no son mis ojos
el opaco manantial,
de donde brotan las lágrimas.
Es mi corazón el que llora,
cargando en si la agonía de mártil,
en la hora en que mis huesos
se enfrentan al fuego de la melancolía.
¿Quién desprende uno a uno
pedazos de su carne?
¿Lentamente y sin piedad?
Y es así como mi alma se deshace,
perdiéndose en un sollozo clandestino
que late en mi pecho herido,
ahogándose como grito de cárcel.
Quisiera poder volver a la tierra
en un fugaz instante,
pero para poder hacer esto
necesitaría tener intacta el alma,
para poder entregarla
y así pagar el boleto
del necesario viaje.
Sin embargo no puedo,
pues esta se volvió humo
y flota en una negra nube.
Resultado de churrasco,
que es ahora mi carme