Al menos eso puedo hacer: esperar la noche. Como en los viejos tiempos, es mejor esperar con un cigarro. Y lo enciendes, ves el humo blanco disolverse lentamente entre la oscuridad.
La noche no puede ser tan lejana, o al menos, no debería.
Te acuerdas del pedo, de lo que hace, de lo que te puedes olvidar y entonces, dejas de esperar la noche.
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