Justo cuando has decidido marcharte
tenía pensado entregarte
-en una fuente de albahaca-
mi corazón palpitante.
Habría escrito noventa y seis versos,
tres por cada día
que vivimos, que nos dimos vida.
En unos pondría melancolía,
en otros, las flores que te enviaría
y me aguardo algunos, vaya a saber lo que te diría.
Dejando de lado el verso, dejando de lado el canto,
guardando mi espera, guardando mi llanto,
al ver tu partida
te diremos adiós, yo y mi melancolía.
No te inquietes, has elegido la vida,
dejaste pasar el navegar a mi lado,
el conocer el fondo del océano.
Ya no tendremos los años de conversaciones, de risas
y compañía que podían habernos aguardado.
Espero que no sea una elección de la nada
que nuestra vida no sea malgastada.
A nosotros que podía sucedernos todo y
nos sucedió la nada de nuestro tiempo.
O quizá la espera sin esperanza.
Presiento que me vas a extrañar,
no sé,
tal vez mi extraña forma de amar,
esa que no comprendiste.
Sí, me vas a extrañar,
porque te he querido sin buscar nada para intercambiar.
Me vas a extrañar cuando salgas en busca de la verdad,
y será al fondo, al fondo de mis ojos donde la hallarás.
Me vas a extrañar porque nadie te ha querido
con sólo mirarte pasar, conformándose con tu sombrea,
con tu risa,
toda tú, sin maquillar.
Creo saber que llegará la mañana,
que mirando de soslayo, y a los lados,
esperarás mi carta, mi mirada,
y quién sabe, tal vez esa mañana
no esté para una carta destinada.
Quién sabe tal vez las cartas se amargaron
y se fueron a la cama.
Creo saber que una tarde,
-ojalá que no muy tarde-
cuando camines sin rumbo,
sin preocuparte el destino,
y tu mente se ponga en blanco,
-y olvides por un minuto, tu pasado, tu futuro-
verás al fondo una imagen
y me encontrarás perdido
pero no será que te espero,
estaré esperando la vida.
Ciertamente me vas a extrañar,
porque es difícil olvidar
a alguien
que tan sólo te quiso mirar.
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