Me senté un día más en el estudio de mi departamento con los ventanales cerrados, el sol otoñal bajando en el horizonte. Sus rayos teñidos de oro, hacían único acto de presencia, por espacio breve de tiempo. Pero nada como sentarse para leer aquel libro decorado con esa luminosidad difusa que confunde colores y rasgos. Así podía imaginar mejor, a mi antojo. Ver con esa claridad diáfana me dejaba jugar por ultima vez con ese derroche imaginativo, como cuando las luces y las sombras se entremezclaban. Era mi distracción favorita, y el único amigo que confiaba todo en mi; nada más me importaba, disfrutaba enormemente de ello.
Me doy cuenta que va siendo hora ideal para comer, intento levantarme, no lo logro, escucho el bullicio de la gente llenando los bares ansiosos por desconectar de la jornada laboral, charlan con los compañeros de trabajo criticando abiertamente a los jefe, sus risas desbocadas estremecen mi cuerpo, parecen salir de lo más profundo de sus seres, lo disfrutan; a pesar de no haber bares cercas, y si los hubiera no los oiría en el sexto piso, observo detenidamente aquellos ojos o cualquier otros, tampoco se auto imponían la moderación en el lenguaje, nada de cuchicheos, o muy pocos, la mayoría de esas personas hablaban tan alto, que cualquiera podía escuchar sus conversaciones sin recato alguno.
Un dolor agudo atraviesa mi espalda, hasta ese momento siento que no puedo moverme, en sí, no siento nada , mas que la brisa marina inexistente en mi departamento, una vaga tensión me acompaña, esta se hace mayor con el transcurso de las horas, donde la soledad cae sobre mí como una losa. La enfermedad me imposibilitaba trabajar, así que nada mejor que llenarme de imágenes e imaginar, dejar grabado en mi retina cualquier curiosidad que un libro me podía otorgar y que mi mente pudiese fantasear.
Nada me satisfacía más. Nada más tenía.
Entonces es mí hora, lo se porque se me nubla la vista , con esfuerzo levanto la cabeza y veo una mano asomarse por la ventana, una bella mujer sumergida en sombras oscuras que a la vez hacen de ropa, flota hacia mí en total parsimonia, a pesar de que no logro alcanzar la vista a sus ojos, se que me mira como una antigua amante.
Recordé en ese breve instante, mi monótona existencia, cuando solía volver a casa aparentemente cansado, pero al llegar al piso y cerrar la puerta tras de mí, comprendía que estaba solo, me volvía anciano, y guardaba demasiados remordimientos.
Su presencia me alejaba de la luz, su oscuridad se cierne sobre mí, aquella dama de figura imponente, me envolvía en un abrazo eterno.
miércoles, 23 de mayo de 2012
martes, 15 de mayo de 2012
Vida Onírica
Me desperezo cual felino, miro a mi alrededor y vuelvo a sumergirse en el mundo de los sueños. O lo intento. De cualquier manera hoy es mi día, por lo tanto me lo voy a tomar como tal. Planeo levantarme tarde, hacerme unas tostadas con mantequilla y mermelada de fresa (mi favorita). Lo colocare en una bandeja y desayunare en la cama. Leeré el periódico con parsimonia, sin prisa alguna.
Me introduzco en el baño, debajo de la ducha, con el agua tan caliente como a mi me gusta. Me embadurno de espuma durante largo rato. Cuando me canso de estar mojado suavizo mi piel con aceites y me enfundo en prendas cómodas para ir a dar un largo paseo bajo los rayos del amigo soleado.
En el momento en que mis pies necesiten un descanso, aposentare mi cuerpo en cualquier sitio vestido de verde y reposare.
Naturalmente llegará la hora de volver al hogar y lo haré nuevamente si prisas, ni carreras, ni sofocos. Caminaré por caminos bordeados de flores, o no, mirando a las personas, a las cosas, a todo. Me llenaré de miradas, de escaparates, de colores y así, sin darme cuenta habré arribado a puerto.
Me preparo una comida sabrosa, con verduras variadas, con pescado fresco y jugoso, con ensalada aromatizada y disfruto como un niño con juguetes nuevos.
Me tomará un café con pastas, no demasiadas. Más bien una, pues no soy santo de su devoción. Pero lo tomaré todo tan a gusto que la digestión será placentera, seguro.
Me acomodaré en mi sofá preferido con el último libro en mis manos y leeré hasta terminarlo.
Acabo de abrir los ojos y ¡oh, sorpresa!, miro el reloj y me doy cuenta de que es hora de levantarme e ir a la universidad. Hasta hoy me he acostumbrado a ganar unas minutos soñando despierto. Mi vida onírica y no real.
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