miércoles, 23 de mayo de 2012

Ultimo Día

Me senté un día más en el estudio de mi departamento con los ventanales cerrados, el sol otoñal bajando en el horizonte. Sus rayos teñidos de oro, hacían único acto de presencia, por espacio breve de tiempo. Pero nada como sentarse para leer aquel libro decorado con esa  luminosidad difusa que confunde colores y rasgos. Así podía imaginar mejor, a mi antojo. Ver con esa claridad diáfana me dejaba jugar por ultima vez con ese derroche imaginativo, como cuando las luces y las sombras se entremezclaban. Era mi distracción favorita, y el único amigo que confiaba todo en mi; nada más me importaba, disfrutaba enormemente de ello.

Me doy cuenta que va siendo hora ideal para comer, intento levantarme, no lo logro, escucho el bullicio de la gente llenando los bares ansiosos por desconectar de la jornada laboral, charlan con los compañeros de trabajo criticando abiertamente a los jefe, sus risas desbocadas estremecen mi cuerpo, parecen salir de lo más profundo de sus seres, lo disfrutan; a pesar de no haber bares cercas, y si los hubiera no los oiría en el sexto piso, observo detenidamente aquellos ojos o cualquier otros, tampoco se auto imponían la moderación en el lenguaje, nada de cuchicheos, o muy pocos, la mayoría de esas personas hablaban tan alto, que cualquiera podía escuchar sus conversaciones sin recato alguno.

Un dolor agudo atraviesa mi espalda, hasta ese momento siento que no puedo moverme, en sí, no siento nada , mas que la brisa marina inexistente en mi departamento, una vaga tensión me acompaña, esta se hace mayor con el transcurso de las horas, donde la soledad cae sobre mí como una losa. La enfermedad me imposibilitaba trabajar, así que nada mejor que llenarme de imágenes e imaginar, dejar grabado en mi retina cualquier curiosidad que un libro me podía otorgar y que mi mente pudiese fantasear.
Nada me satisfacía más. Nada más tenía.

Entonces es mí hora, lo se porque se me nubla la vista , con esfuerzo levanto la cabeza y veo una mano asomarse por la ventana, una bella mujer sumergida en sombras oscuras que a la vez hacen de ropa, flota hacia mí en total parsimonia, a pesar de que no logro alcanzar la vista a sus ojos, se que me mira como una antigua amante.

Recordé en ese breve instante, mi monótona existencia, cuando solía  volver a casa aparentemente cansado, pero al llegar al piso y cerrar la puerta tras de mí, comprendía que estaba solo, me volvía anciano, y guardaba demasiados remordimientos.

 Su presencia me alejaba de la luz,  su oscuridad se cierne sobre mí, aquella dama de figura imponente, me envolvía en un abrazo eterno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario