jueves, 14 de junio de 2012
Felipe Delgado
No puedo leer sin cierto sordo pánico, me cuesta decir algo sensato, hay en ella una sustancia mística, una carga adivinatoria tan honda, que pierdo la serenidad para juzgarla.
Siempre y jamas he leído en soledad comparable.
No siento mas punto de referencia que quizás, rebela mi sufrimiento de condenado, poniendo raya a la retórica, buscando tanto leyes como limites de lo arbitrario, sorprendiendo a la poesía cuando la poesía se distrae, peleandome, con las palabras.
A veces me asalta el pánico de no haber leído nada a lo largo de quinientas páginas, a veces, quisiera seguir leyendo el resto de mi vida, en cien volúmenes, para no tener más vida que esta.
Para no tener mas vida que esta.
Áspera soledad desmedida e insomne.
¿donde están los sentidos que ayer tenían las cosas? Solo quedan desordenados nombres ya olvidados.
La bodega no es mas que la intrínseca alma abandonada, de un sentido sin sentido, de una esperanza encontrada en la caída, de un espíritu recuperado en miseria, no es acaso el saco de aparapita ¿nuestro verdadero rostro?...lilo y peña, Beltrán, y el bodeguero sombras de lo invisible, dolorosa canción de la indolencia, música vaga de la fronda herida, llorada soledad en que la vida se torna en sigilosa confidencia.
Me conmueve la trémula presencia de Ramona como abeja en la flor recién caída. Donde jugaba la niñez perdida pasa el eco fugaz de la inocencia. Historia de amor y trémulo romance que tanto siento que solo ante mi pasa.
Por la vieja casona sopla el viento, en remolino la Tia hojarasca rueda sobre el portón del sitio adormecido donde los porteros con caras negras pasan las horas lentas y pesadas sobre la llaga abierta por el olvido.
Y a la luz del recuerdo, el sentimiento se abre a la eternidad y se me queda dentro del corazón, hecho latido.
Mis pupilas se quedan extasiadas frente a tal paisaje florido que pronto pierde amplio colorido al roce de mis ansias torturadas.
Dolor de angustia en absurda coincidencia, me traen remedio de singular apariencia en torno de botellas del agua ardiente, que no son mas que mi histeria hecha palabra bebida. Y ocultas están las calles de la ciudad tal si fuera mi honda sobriedad de oscura frialdad.
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