martes, 15 de mayo de 2012
Vida Onírica
Me desperezo cual felino, miro a mi alrededor y vuelvo a sumergirse en el mundo de los sueños. O lo intento. De cualquier manera hoy es mi día, por lo tanto me lo voy a tomar como tal. Planeo levantarme tarde, hacerme unas tostadas con mantequilla y mermelada de fresa (mi favorita). Lo colocare en una bandeja y desayunare en la cama. Leeré el periódico con parsimonia, sin prisa alguna.
Me introduzco en el baño, debajo de la ducha, con el agua tan caliente como a mi me gusta. Me embadurno de espuma durante largo rato. Cuando me canso de estar mojado suavizo mi piel con aceites y me enfundo en prendas cómodas para ir a dar un largo paseo bajo los rayos del amigo soleado.
En el momento en que mis pies necesiten un descanso, aposentare mi cuerpo en cualquier sitio vestido de verde y reposare.
Naturalmente llegará la hora de volver al hogar y lo haré nuevamente si prisas, ni carreras, ni sofocos. Caminaré por caminos bordeados de flores, o no, mirando a las personas, a las cosas, a todo. Me llenaré de miradas, de escaparates, de colores y así, sin darme cuenta habré arribado a puerto.
Me preparo una comida sabrosa, con verduras variadas, con pescado fresco y jugoso, con ensalada aromatizada y disfruto como un niño con juguetes nuevos.
Me tomará un café con pastas, no demasiadas. Más bien una, pues no soy santo de su devoción. Pero lo tomaré todo tan a gusto que la digestión será placentera, seguro.
Me acomodaré en mi sofá preferido con el último libro en mis manos y leeré hasta terminarlo.
Acabo de abrir los ojos y ¡oh, sorpresa!, miro el reloj y me doy cuenta de que es hora de levantarme e ir a la universidad. Hasta hoy me he acostumbrado a ganar unas minutos soñando despierto. Mi vida onírica y no real.
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