Cansancio, desmedido palabrerío, el aula iluminada recoge a los alumnos más cansados. ¿Por qué todos visten de negro? La clase oscila entre la política y el ego. Rechina la puerta, no, no fue el viento, los alumnos saltan del estupor mientras entra ella y al posar la mirada al profesor esquirla de tristeza saturando los colores de su alma, para darse a si y sedar su voz en la paranoia de una dulzura, una dulce usura en golpe crítico, reprimida y in-frenable:
“La última alumna que ingresó.
¿Se puede retirar?"
Ella puede saborear su silencio que trasluce casi todo lo
decible, como el mejor de los poemas. Suena un armónico. Algo se quiebra y
desintegra.
“-Si, profesor, es un placer retirarse de su clase.”
Los alumnos miran las manecillas del reloj, falta la mitad
de la hora. Cierran los ojos mientras el supuesto conocimiento vaga en las
palabras del profesor.
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