lunes, 4 de febrero de 2013

¿Entonces?



Tú, la chica que lee, me haces querer todo lo que un día leí. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde en estos casos, en el amor infinito de algún alarde literario, que está claro, no existe. Y yo, no aceptaré una vida que no sea otra, a la que mi madre solía contármela en arrullos de poesía. No me resignaré a vivir sin pasión, tú no aceptarás algo que no sea la perfección, y ambos deberemos llevar una vida, escapando de la narración.

Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad, te odio.

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