domingo, 1 de diciembre de 2013

A mis 24 años

He decidido este experimento: escribir todo el mes de diciembre. Son las 6.14am; hace un rato llegué a mi casa, pasé un tiempo sentado en el inodoro, pensando en lo que hubiese tenido que ser mi vida. La noche fue amable: silencio, viento atroz, a lo lejos, sólo el tintinear de las estrellas, cercanos desde los tiempos de la infancia. Tengo ahora 23 años; cuando deje de escribir habré entrado a la frontera del cuarto de siglo. No tengo nada para decir. Las cosas que digo usualmente son cosas que pensé o adquirí alrededor de que empecé a leer. Desde entonces no hago más que repetir, reformular, reestructurar. No tengo nada para decir pero dormir... ya es demasiado temprano para dormir. Y quedarme solo conmigo, azarosamente recapitulando las escenas de mi vida sería tortuoso. La penitencia de escribir al menos me obliga a rehuir la inmediatez de mi calvario.
Escribiré cada día este mes.

Mi favorita será la del 03.

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