He decidido este experimento:
escribir todo el mes de diciembre. Son las 6.14am; hace un rato llegué a mi
casa, pasé un tiempo sentado en el inodoro, pensando en lo que hubiese tenido
que ser mi vida. La noche fue amable: silencio, viento atroz, a lo lejos, sólo
el tintinear de las estrellas, cercanos desde los tiempos de la infancia. Tengo
ahora 23 años; cuando deje de escribir habré entrado a la frontera del cuarto
de siglo. No tengo nada para decir. Las cosas que digo usualmente son cosas que
pensé o adquirí alrededor de que empecé a leer. Desde entonces no hago más que
repetir, reformular, reestructurar. No tengo nada para decir pero dormir... ya
es demasiado temprano para dormir. Y quedarme solo conmigo, azarosamente
recapitulando las escenas de mi vida sería tortuoso. La penitencia de escribir
al menos me obliga a rehuir la inmediatez de mi calvario.
Escribiré cada día este mes.
Mi favorita será la del 03.
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