El
año pasado me prometí terminar de escribir mi primer libro de cuentos, en
realidad serían una recopilación de cuentos escritos en mi blog por 5 años. He visto en este tiempo
que muchas novelas y cuentos han salido a la luz y yo todavía no he escrito
nada. Apenas la primera letra de un bosque en el que me pierdo como un
náufrago.
El
sentido de lo que escribo es la permanencia del cambio. El desvarío de una
palabra que no tenía pareja de baile en el festival del diccionario y se puso a
escribir libros para desahogarse.
Hemos
olvidado el esfuerzo de lo manual. Cada palabra es una penitencia extraña, cada
frase un desfallecimiento súbito.
Alcohol,
chocolate y escritura… tres placeres traicioneros que se vuelven en tu
contra. Aunque el chocolate es el más noble.
La
extrañeza es una sensación continua que me asalta y me despelleja sin
contemplaciones. El viento quiere que pase página. El chocolate desea
testimoniar su presencia en el papel. Pero a mí me gustaría seguir escribiendo
para siempre en esta misma página, que por desgracia se acaba.
Tal
vez no sea capaz de escribir sobre las cosas que de verdad me importan. La
escritura es un acto de fe que no cree en divinidades. Si escribir me da
pereza, ¿estaré perdiendo mi vocación? Hemingway estaba convencido de que, por
encima de todas las borracheras, permanecían los recuerdos importantes. Yo no
lo tengo tan claro. Mis palabras son ramas secas que se desmoronan ante el
rugido del viento.
¿Qué
demonios significa ser escritor? Quizá el día que lo comprenda podré
dormir tranquilo, sin mayores pretensiones que sentir los latidos de mi corazón.
En todo caso, la vida vale la pena. Los suicidas son autómatas que desfilan en
una pasarela macabra para los filósofos.
Busco
a la vez la excitación y el ensimismamiento. Me adelanto a la letra siguiente.
Empieza mi figura a reflejarse en el fondo de esta carta. Veo misticismos por
todas partes. Me los invento y digo que son míos. La pereza y el aburrimiento
tal vez sean las verdaderas fuerzas creativas, la necesaria contención en este
lío y el imprescindible acicate para los comienzos.
El
único viaje importante es el espiritual. Mover el cuerpo carece de sentido. Las
debilidades de la espalda son una cordillera que escalo en monopatín. He
añadido la música a este momento que, de tanta efervescencia, se queda en un
intento fútil de evanescencia. Quisiera poder hacer música con el tintineo de
un teclado.
Lo
único seguro es que quiero seguir recibiendo tus cartas, y responderlas hasta
apurar la última letra. Escribiré aunque ya no quede nada más que el recuerdo
del deseo, el olvido cerniéndose sobre nosotros como un manto de estrellas
disecadas.
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