sábado, 23 de agosto de 2025

Un lienzo

Camino por estas calles grises, con el peso de un cielo que no se decide a llover, aunque siento que debería. Todo a mi alrededor está cubierto de colores, pero no los veo realmente. Son solo manchas borrosas, como si alguien hubiera derramado pintura sobre un lienzo que no entiendo. No sé a dónde voy, ni siquiera sé si quiero ir a algún lado. Todo lo que siento es este nudo en el pecho, este tono de azul que me ahoga, que me recuerda a ti en cada rincón de mi cabeza.

No hay escapatoria. Las voces a mi alrededor no paran de hablar, de gritar, de juzgar. Son demasiadas, y ninguna tiene sentido. Me piden que decida, que elija un camino, pero cada opción es una trampa, un callejón sin salida que me lleva al mismo lugar: a este vacío que no explica nada. Intento buscarte en los recuerdos, pero es inútil. Estás en un lugar al que no puedo llegar, un espacio que no tiene nombre ni forma, pero que sé que existe porque me duele tanto no estar ahí contigo.

Los días son todos iguales ahora. Me despierto, pero no hay sueños, solo pedazos rotos de algo que nunca podré reconstruir. Cada paso que doy es un recordatorio de que tú no estás aquí, de que te fuiste y me dejaste con este azul que no se desvanece. Es como si el mundo entero se hubiera teñido de ese color, un azul frío, cruel, que no me deja olvidar. Intento seguir adelante, pero ¿cómo se supone que lo haga? Cada intento es un fracaso, cada pensamiento es un eco de tu ausencia.

No puedo más. No soporto esta carga, este silencio que grita tu nombre. Estoy atrapado en un laberinto donde todas las salidas están cerradas, donde cada decisión es un error que me hunde más. No hay luz, no hay esperanza, solo este azul que me envuelve, que me sofoca. Y lo peor es que, en el fondo, sé que este dolor es lo único que me queda de ti. Así que me aferro a él, porque dejarlo ir sería perderte para siempre. Y eso, eso no lo puedo soportar. No puedo. No puedo.

miércoles, 20 de agosto de 2025

Vacío

Me siento hundido en una penumbra que no explica nada, como si el aire mismo pesara más de lo que puedo soportar. Estoy sentado en el borde de mi cama, con las cortinas cerradas, aunque no importa; la luz no cambia nada aquí dentro. Todo es gris, siempre ha sido gris. El mundo allá afuera sigue girando, pero yo… yo solo quiero parar. Quiero que todo se detenga.

Cántame para dormir, murmuro al vacío, aunque no hay nadie que me escuche. Mi voz apenas sale, rota, como si las palabras se deshicieran antes de llegar al aire. Estoy cansado, tan cansado. No es solo el cuerpo, es algo más profundo, algo que me arrastra hacia abajo, como si mi alma estuviera hecha de plomo. Quiero irme a la cama, pero no hablo de descansar. Hablo de desaparecer, de deslizarme en un sueño del que no tenga que volver.

Cántame para dormir, repito, con los ojos fijos en la pared desconchada. Las grietas parecen venas de un mundo tan roto como yo. No quiero que intentes salvarme. No quiero tus palabras de aliento, tus promesas vacías de que mañana será mejor. Mañana no existe. Mañana es solo otro día para arrastrarme por esta existencia que no pedí. Déjame solo. Por favor, déjame solo.

Cierro los ojos y el sonido del viento se cuela por la ventana entreabierta, un lamento que parece entender lo que siento. Estaré muy lejos, pienso, aunque no sé a dónde voy. Tal vez a ningún lado. Tal vez a un lugar donde el peso de todo esto no me alcance más. Tú seguirás aquí, atrapado en tus días, en tus risas, en tu vida que no entiendo. Y está bien. O no lo está. No me importa ya.

Cántame para dormir, suplico una última vez, aunque sé que no hay nadie. Solo quiero que todo se apague, que el ruido en mi cabeza se calle, que el dolor que me atraviesa se desvanezca. No intentes despertarme por la mañana. No estaré aquí. No quiero estarlo.