lunes, 31 de diciembre de 2012

2012


A unas horas del nuevo año juliano, agradezco a los lectores poco frecuentes y nada recurrentes que me han ofrecido por los diferentes medios, el apoyo por este espacio de letras irritantes que les ofrecí.

El blog nació en Marzo y esta su entrada número 40, a pesar de que el contador de visitas muestra que no llegamos a los 350, son muchos más, el asunto es que el contador lo puse hace apenas un par de meses. Sería un poco complicado explicar las razones por la que me dispuse a escribir un blog, sin embargo no me arrepiento, escribir me hizo conocer a gente muy agradable y admirar a otros que ya conocía.
No quisiera volver a aburrirlos con la misma cantaleta acerca de por qué escribo, ya sé que deben estar cansados que repita que en realidad yo no sé escribir y que escribo por efectos adherentes a la lectura que nunca preví. Pero al ir escribiendo me voy dando cuenta que la palabra en cualquiera de sus formas es inevitable, así como lo recoge San Juan en su evangelio “en el principio fue el verbo”. La palabra que conforma el mundo, el nombre que lo explica todo. Puede que no fuera tal, puede que antes del verbo existieran cielos, mares, noche, día, estrellas, firmamento. Pero si nadie sabía cómo nombrarlos, no eran nada, absolutamente nada. Así que al principio fue el verbo, como bien dejó escrito Juan. Y a ese verbo bíblico le siguió la épica de Homero, la duda de los filósofos, la intemperie y el poder de los dioses, el amor y la guerra que nos relata la Ilíada y después el delirio del Quijote y luego la soledad de Macondo.

Debe ser que mi cerebro se comunica mejor con mis manos que con la lengua. Porque el papel es un filtro, una coraza, entre mis palabras y los ojos del otro. Porque me odio menos escribiendo que hablando. Porque mientras escribo puedo corregir, escoger una por una las palabras y nadie me interrumpe ni se desespera mientras las encuentro. Por un ameno vicio solitario. Volví a escribir sobre escribir y espero que no los haya aburrido, pasaré a otros temas.

Los que me conocen, sabrán que soy un fiestero que no le gustan las fiestas, me desesperan las multitudes y a pesar de todo siempre concurro a las verbenas y discotecas de moda. Como me dijera mi amigo Gabriel “si no beberías fueras un nerd”. Sí está leyendo esto que sepa que lo considero como un hermano pero que jamás se lo diré. A mis amigas Marhy, Lourdes y Ángela agradecerles todas mis rabietas y mis gritos, además que son las primeras en escuchar mis ideas para escribir en mi blog, con ellas pasé los mejores y más divertidos momentos del 2012. A Teresa y Ángel amigos inquebrantables que las circunstancias no separarán. A los cuates del colegio, Dennis, Jorge, Beto, etcétera. A los amigos de la vida Karen, Sonia, Mariel. Amigos que, el blog me hicieron conocer: Víctor, Rocío y Eduardo. A los amigos del twitter que son los que más leen el blog. A los de Google+ y a instagram que les agrada mi locura. A todos ellos, a todos ustedes, a ti lector, tienen un lugar por siempre en mi profunda cavilación de la vida y el amor. A mi Amigo Fiel él sabe lo que pienso de él: “MARICA” y a las 100 llamadas…100 llamadas que voy contando a medida que vienen, renegando, odiando, riendo, llorando, anhelando, en la incertidumbre que cubre la nieva los sucesos que algún día tanto había deseado.

En fin, para mí al menos fue un buen año, concreté varias metas que tenía impulsando otros emprendimientos más audaces que me dispongo a lograr. Un año donde gané 2 concursos de cuentos, una con una editorial cochabambina y la otra con el municipio de La Paz. Fui elegido presidente del primer parlamento universitario de La Paz y posteriormente el parlamentarista más destacado. Viaje hasta ya no recordarme las manchas del techo encima mi cama y reí hasta necesitar cataplasmas de hojas de tilo en los riñones.

Me dispongo a escribir más y a leer mucho más, a ya no sufrir escribiendo e intentar disfrutarlo. Y disculpas a todos por esta entrada tan aburrida. Les recompensaré con alguna vacilación que ya escribí.

Que tengan buen año




martes, 25 de diciembre de 2012

Posmoledad


La soledad es 
saberse de memoria la arquitectura del edificio de enfrente,
y los horarios
de los camiones de basura,
de los porteros de la cuadra
y de las dos o tres ventanas que todavía tienen luz
cuando es honda la madrugada;

La soledad es 
que no sea necesario salir de casa, 
es conversar con los pajaros
y que mi voz, al principio, me resulte ajena;
es
resbalar por los 80 canales de nada
en la televisión;
la soledad es la tinta de mi lapicera,
y las decenas de cuadernos que llené.

Es despertar en el sofá y saber
que todas las cosas ya empezaron,
es sentir los sonidos del teléfono como el rugido
de un animal feroz y extraño.

La soledad es no saber la diferencia de los días,
es leer cartas viejas,
sí: es leer cartas viejas y que sea inútil responderlas,
es haber aprendido
los movimientos de las sombras de cada mueble de la casa,
es dejarte mensajes en el contestador,
y haber perdido la cuenta de lo cigarrillos que fumé
(la casa volviendose ceniza)
La soledad es escribir textos como éste;
es escribir palabras
con este azul lastimoso;

La soledad
es no recibir ni siquiera spam 
y contar las llamadas perdidas en el celular..


lunes, 24 de diciembre de 2012

Navidad 2012.0



Se supone que debemos escribir una entrada por navidad y cosas así por el estilo, pues yo no soy así por el estilo; pero sí, escribiré algo el 31 de Diciembre, aunque siguiendo la línea lo más probable es que sea otra entrada aburrida, petulante y apática.

No piensen que me desprecio y que mi autoestima esta baja, no, no lo está. Yo no soy triste soy melancólico y escribo porque es mi manera de estar solo.

En todo caso queda contar los días como cuento las llamadas…

viernes, 14 de diciembre de 2012

sector 9



¿En qué me convertido? ¿Acaso ella me reconocería? ¿Me volvería a escuchar en las mañanas cuando solíamos buscar el sol en las bancas cómo 2 ancianos  que vivieron tan dependientes el uno del otro?

El día del coletazo eterno, a través del tumulto de las lagrimas de mí corazón y del miedo al dolor irrepetible de morirme sin ella. Así terminé pensando en su recuerdo como nunca me hubiera imaginado que se podía pensar en alguien, presintiéndola donde no estaba, deseándola donde no podía estar, despertando de pronto con la sensación física de que ella me contemplaba en la oscuridad mientras yo dormía.

De modo que el fatídico día en que sentí sus pasos acercarse por las calles de mi casa, me costó trabajo creer que no fuera otra burla de mis fantasías. Pero cuando ella reclamo mi indiferencia no logré soportarlo y la conciencia desvarió; cruel e injusta pretender el silencio cuando las paredes arden.

Me cambio la letra, y empecé a transpirar palabras que en el paréntesis del mundo había logrado conjeturar. Letra tras letra son tan solo viejas invocaciones  que surgen como no lo hicieron ayer. Ya no tiene sentido pronunciarlas.

Y el sueño sigue cabalgando en la memoria y la memoria se adentra en el olvido, pero la brecha está abierta y sangran los instintos y la lluvia inunda la mirada.

Por cien años más silenciaré el sentir, fingiré el olvido, mientras la herida sangra notando su presencia en la silla vacía. Puntual bajo el pretexto de la tradición, aunque en ella me falte su voz. Volveré a alzar el brindis, a soñar deseos, a resignar sonrisas contando el tiempo, a ser pilares de quien tanto te amó. Volveré a sentir tu ausencia como brasa prendida siempre en el corazón



Nuestra gran amistad
...el tiempo no borrara
ya lo veras no terminara

martes, 11 de diciembre de 2012

¿por qué escribo ? (1)



Escribo por insatisfacción. Si estuviera satisfecho, me limitaría a "vivir la vida", no a intentar comprenderla mediante la escritura. Claro que al intentar comprenderla, es decir, al escribirla, me doy cuenta de que en realidad la vida resulta incomprensible. Lo cual genera una nueva insatisfacción, la de comprobar que el intento por comprender la vida mediante la literatura lo único que ilumina es la imposibilidad de alcanzar esa comprensión. Pero entonces sucede algo curioso, y es que el hecho de descubrir esa imposibilidad me conmueve, admira e impulsa a escribir más y más. Así, lo que nace como un gesto decepcionado, insatisfecho, acaba convirtiéndose en un acto agradecido, admirativo. De modo que una dolencia (escribo porque soy infeliz; escribo porque soy inconsolable; escribo porque no entiendo lo que me rodea) se acaba convirtiendo en una necesidad (escribo porque no me resigno a ser infeliz, inconsolable e ignorante)

lunes, 3 de diciembre de 2012

Un 3 de Diciembre



Hoy que es día de mi cumpleaños, solo pienso en la bendición que recibí del altísimo, mi amor por la lectura, un amor que cautivé apenas pude diferenciar una letra de otra. No me interesa comer, dormir, reír, vivir. Me interesa leer, cuanto quisiera todo el tiempo que inútilmente gasto en la universidad o en otros quehaceres de este infierno creado por el hombre, para tomar un libro, sentarme a la frescura que un árbol proporciona y dejarme llevar por los sueños y mundos creados por aquellos que el talento los ha desbordado y nos entregan hojas escritas con su propia sangre.

¡No quiero vivir! Que se oiga bien ¡no quiero vivir, QUIERO LEER! La vida y la lectura a ratos no parecen ir de la mano, leer es renunciar a tu existencia y entregarse a otra sin el menor de las quejas. Leo y el mundo se desarma para volverse a crear al antojo nada misericorde  de algún tipazo que nada sabe de mí. No tienen consideración y al querer volver a la realidad ya no la diferencio, nunca vuelvo del todo, no soy el mismo y pretendo encontrarme vanamente en otra lectura. Soy composición de tantas historias que me satisface cualquier escenario por minúsculo que sea. No puedo evitar mirar las nubes y sonrojarme con su nada habitual belleza como no logro evitar lagrimear cuando el viento otoñal desoja los arboles del prado paceño en sus cortos atardeceres. ¿Por qué nada se detiene un instante? ¿Por qué todo se convierte en un abismo aparente? No me importa. Me encanta mi realidad. Tarareo. Observo el cielo. Por qué incluso las cosas más insignificante me hace sonreír.

¿A cuántos goces renuncian quienes aspiran a una gota en la memoria de hombres y mujeres de épocas distantes? ¿Qué irónica inmortalidad les confunde? ¿De qué placeres disfrutan en sus tumbas cuando se leen sus nombres? ¿Qué mota de polvo les hincha su pecho de huesos? ¿Sonríen, acaso, si alguien señala sus sarcófagos con el dedo de la indiferencia?

Y, sin embargo, cada emoción que suscitan sus obras es como un guiño del tiempo, un agujero de luz en el espacio. Tiene sentido cavar el hoyo de la inmortalidad, después de todo, pues existe una conciencia divina o humana, un hálito que recorre los siglos y remueve los cimientos de lo sublime, ensalzándolo por encima de lo vulgar.  Tan solo me entristece la certeza de que muchos milagros se han perdido, de que muchas historias se han olvidado. Mas, pese a todo, la fragua de la eternidad no se detiene nunca. Reverberan canciones en el eco de las piedras, se oyen poéticos silencios y una misteriosa nube continúa derramando la lluvia de la creación. 

Ahora que me toca cumplir un año más, me fui al santuario de Copacabana, me senté en una de las últimas bancas del templo dispuesto a meditar aquello que ya no se medita, cerrar los ojos e impregnarme de esa esencia que otorga un lugar como ése; la tranquilidad, el sosiego, la paz, el silencio, me aleje del mundo y empecé a dialogar con mi interior. Las lagrimas se escabullían mientras las horas pasaban, ningún momento deje de pensar en mi madre, oré por ella, le pedí al altísimo que la mantenga a mi lado siempre sana. Lloré por mí debilidad. Lloré por mis amigos. Lloré por el amor. Lloré por la vida y la muerte. Lloré por mis errores, Lloré como si haciéndolo conciliaría el tormento, quizá las lagrimas eran parte del dialogo conmigo mismo. Lloré por los libros. Lloré por los escritores. Lloré por la música. Lloré por mi ciudad. Lloré por mi patria. Lloré hasta oír al tiempo doblar, triplicar su intensidad. Y me pregunté ¿en qué momento me atreví a cargar con todos los sueños del mundo? me acordé el día que no tuve miedo, ni límites, cuando todas las noches me cegaba el sol, cuando busqué entre musas que no dolían, cuando junté letras entre nicotina y alcohol; un día que gané cuando perdía y los mitos eran mentiras de verdad y lloraba de alegría entre recuerdos que no existían.  Como decir lo que sentí un día, lleno de magia que ya no recuerdo y de sueños que ahora son pesadillas. Ese día tan lejano, que creí que era poeta.