viernes, 14 de diciembre de 2012

sector 9



¿En qué me convertido? ¿Acaso ella me reconocería? ¿Me volvería a escuchar en las mañanas cuando solíamos buscar el sol en las bancas cómo 2 ancianos  que vivieron tan dependientes el uno del otro?

El día del coletazo eterno, a través del tumulto de las lagrimas de mí corazón y del miedo al dolor irrepetible de morirme sin ella. Así terminé pensando en su recuerdo como nunca me hubiera imaginado que se podía pensar en alguien, presintiéndola donde no estaba, deseándola donde no podía estar, despertando de pronto con la sensación física de que ella me contemplaba en la oscuridad mientras yo dormía.

De modo que el fatídico día en que sentí sus pasos acercarse por las calles de mi casa, me costó trabajo creer que no fuera otra burla de mis fantasías. Pero cuando ella reclamo mi indiferencia no logré soportarlo y la conciencia desvarió; cruel e injusta pretender el silencio cuando las paredes arden.

Me cambio la letra, y empecé a transpirar palabras que en el paréntesis del mundo había logrado conjeturar. Letra tras letra son tan solo viejas invocaciones  que surgen como no lo hicieron ayer. Ya no tiene sentido pronunciarlas.

Y el sueño sigue cabalgando en la memoria y la memoria se adentra en el olvido, pero la brecha está abierta y sangran los instintos y la lluvia inunda la mirada.

Por cien años más silenciaré el sentir, fingiré el olvido, mientras la herida sangra notando su presencia en la silla vacía. Puntual bajo el pretexto de la tradición, aunque en ella me falte su voz. Volveré a alzar el brindis, a soñar deseos, a resignar sonrisas contando el tiempo, a ser pilares de quien tanto te amó. Volveré a sentir tu ausencia como brasa prendida siempre en el corazón



Nuestra gran amistad
...el tiempo no borrara
ya lo veras no terminara

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