La entrada que leerán, esta dedicada a Karen Sainz, amiga que desde el principio me impulso y motivo a escribir, y de las pocas, poquísimas personas que conozco, que gustan de leer.
Gracias.
CONDENA
La verdad es que no soy nada. Todo a lo que aspiro me queda tan lejos como el hecho de que me toque la lotería. La diferencia es que la lotería a veces toca, a unos pocos afortunados, eso sí. No soy pianista, ni filósofo, ni buen estudiante, soy lector avispado, pero sobretodo, y por encima de cualquier cosa, no soy escritor.
Y el caso es que desde hace no demasiado tiempo eso es lo único que me ronda por la cabeza. Escribir. Ser escritor. Y me está costando mucho más de lo que llegué a pensar el día que me lo planteé seriamente. Por un lado está la parte de mi mismo que repite una y otra vez “proyecto fracasado, nuevamente, proyecto fracasado”, por otro está el hecho de que no soy una persona metódica y ya he comprobado que la inspiración no llega por arte de magia, y por último, eso de ponerse a escribir un día cuesta tanto como desplazarse a la oficina un lunes por la mañana.
De pequeño mis aspiraciones eran las de, leer y no hacer nada más durante todo el día. Eso de muy pequeño. Y ya muy de grande quise escribir. La verdad sea dicha; nunca llegaré a ser ni Cerruto, ni Borges, ni Preusler, ni nada por el estilo, con un poco de suerte llegare a publicar en los matutinos. Pero no, no nos engañemos, ni eso. Sería aspirar a demasiado. Luego, me doy cuenta que me encanta leer, el problema es, que me desespero por mucho por leer, quisiera detener el tiempo y tenerlo para solamente leer, una biblioteca de Babel es donde habito, he llegado a ser un obseso de las listas de libros, ordenadas por todos los tipos existentes y por haber. Mi conocimiento sobre grandes escritores de cada país es tal que basta con que me digan un título y reconozco el autor o al revés. Eso sí, la mayoría ni han pasado por mis manos y si lo han hecho, no hemos llegado al clímax y se han quedado con las ganas de ser devorados por completo.
Necesito escribir por más que me cueste ponerme a ello, necesito hacerlo. Necesito contar, imaginar, ver como las letras van apareciendo una detrás de otra en la pantalla y enorgullecerme banalmente de ello. Aunque tan solo sea escribir sobre el hecho de escribir. Pero necesito hacerlo como necesito comer, como respirar, como amar y sentirse amado, o leer cada día algo de algún libro, es lo mismo.
Los grandes me dirían que me deje de tonterías. Que ya soy mayorcito. Pero a medida que voy creciendo me voy dando cuenta cada vez más lo que de verdad quiero hacer. Y eso no es otra cosa que escribir. Que linda palabra, ¿verdad? Tiene una sonoridad fuerte, a lo alemán. Casi me gusta tanto como un te quiero. Las palabras son lo esencial, decía Wittgenstein, todo empieza y acaba en ellas, lo primero que existió fue la palabra, dice la Biblia.
La verdad es que yo creo que si existen las palabras es que existe la verdadera realidad sujeta a ellas: el hombre, la mujer, el ser humano en general. El habla, la palabra, es algo que tan solo las personas en general compartimos, cada uno en su idioma, cada uno según su nacionalidad. Ahí va, nacionalidad. Otra palabra. De las claves en muchas países. ¿A qué nación pertenezco? Algunos nacen en un país y se trasladan a otro. Y es que, por poner un ejemplo, un japonés que fue adoptado en los ochenta, ahora, a pesar de ser totalmente de su país de adopción, sin tener ni idea de japonés, no puede pasar inadvertido como un simple ciudadano más, sus rasgos le delatan. Y eso es tragicómico para los que lo padecen. Puede parecer una tontería o algo sin importancia pero sinceramente solo aclarar que la gente que es rubia y que tienen los ojos claros, no necesariamente son extranjeros. No es que me moleste que los confundan es que me inquieta la situación, y la siempre cansina aclaración “No, si soy de aquí”. Aquí. ¿Dónde? Si dijeran que son personas del mundo sería una afirmación tan banal como decir que respiro oxígeno… ¿quién no sabe eso? ¿Acaso hay algún extraterrestre infiltrado entre nosotros? Esa tonta creencia la dejo a los que creen en ovnis y en marcianos.
Pero si, yo soy del mundo, de este mundo, tan solo un pobre estudiante de Derecho localizado en un confín de La Paz. Que disfruta del Illimani cada mañana y que se acomoda cada tarde frente al computador, un café, queso y pan, miedo, suspiro, el terror me compadece, todo me pasa, todo, para escribir algo coherente. Porqué eso sí, ni lo duden, por mucho que aspire a ser escritor, seré escritor de tercera, cuarta o quinta clase, pero no importa, lo único verdaderamente importante es satisfacer esa endemoniada necesidad de escribir algo, para poder dormir un par de horas y despertarte nuevamente con ganas de coger el portátil y volver a escribir unas líneas, cualquier cosa, cosas sin importancia…
La necesidad de escribir es una condena. Es una pesada losa con la que deben cargar algunos durante su vida. Escribir no es algo divertido, ni tan siquiera algo de lo que puedas de veras disfrutar, escribir es una droga que no tiene más salidas que la de satisfacer el deseo y caer una y otra vez en sus redes. Es aquello a lo que tienes necesidad de estar sujeto, que aborreces la mayoría del tiempo pero que no puedes dejar porqué adoras el hecho de hacerlo y adoras lo que te hace sentir cuando lo haces. Es un alivio que se apodera de todo tu cuerpo, una tranquilidad que invade tu mente y que te deja meditabundo, incapaz de pronunciar palabra.
Adoro la escritura como los adictos a la maría adoran sus queridos porros de hierbas, poco medicinales y nada aromáticas. Apestan. Lo mismo ocurre con las letras. Adoras cada una de las palabras que tecleas, pero que después resulta ser poco medicinal para tu necesidad, y las frases muchas veces no son nada aromáticas y, muchas otras, simplemente, apestan.
La vida de un verdadero escritor no es una vida de persona normal. Una persona normal se levanta por las mañanas, va a clases, va a la oficina o a su puesto de trabajo, come un bocadillo o si es afortunado y puede pagárselo en un restaurante o un Burguér King vuelve a casa, disfruta como puede de la familia, cena, se acuesta y nuevamente a empezar el día, tiene sus escapaditas de fines de semana, algunos viajes de vacaciones, pequeñas alegrías del día a día, y otras tantas preocupaciones que asolan el ambiente familiar, y punto.
La vida de un escritor no es nada de eso. No entiende de horarios, te puedes despertar a las 4 de la mañana con una buena idea y es tanta la necesidad de satisfacer tu instinto que no es hasta que has acabado de desarrollar todo lo que tenías en mente en una hoja de papel o a ordenador que no quedas medianamente tranquilo. A parte de los desfases de horarios, existen los desfases de memoria que son aún peores. Éstos últimos son los que hacen que los que tienen la necesidad de escribir siempre sean más despistados de lo normal, que lleven una vida más austera que los demás, pues los bienes materiales les importan más bien poco, además es frecuente que se ausenten durante unas horas o que olviden que habían quedado con alguien por esa inevitable necesidad de escribir.
Además, de los que escriben, pocos pueden vivir de ello, solo unos pocos afortunados, y eso hace que se vea la típica situación de gente que busca cualquier espacio mínimo temporal para dejar fluir todo lo que tienen dentro. Muchos se levantan de madrugada, otros se acuestan muy tarde, otros intentan escribir a cualquier hora, en cualquier sitio, sea en una hoja o incluso en una servilleta del sitio que frecuentan para comer. Una situación sin duda triste.
Después de todo esto pues, ¡imaginen lo que puede hacer un estudiante de Derecho de tercer año que se empeña en caer en las tentadoras garras de la escritura para poder recrearse en el fuego eterno de las palabras! Dedicar las horas a estar sentado delante de un ordenador es tan desalentador como intentar acariciar la luna en las noches de tristeza. Y es que la escritura condena al hombre al autoconocimiento más profundo llegando a un desarrollo tal que a veces no sabemos diferenciar realidad de ficción.
Tengo algo que contarte:
ResponderEliminarYA ERES ESCRITOR
De primera, de segunda, de tercera? eso el tiempo lo dirá, tus lectores juzgaran, solo déjate llevar por las ganas, y observa a que donde te lleva.
Escribir sobre escribir, me parecio muy interesante, la originalidad es la clave del exito. Como lo discutimos anteriormente, la escritura es la consecuencia de la lectura pero la escritura vino primero. La escritura es tal vez una de las mejores formas de expresion humana y asi como plasmas tus pensamientos en la escritura, podrias explorar el plasmar tus sentimientos en la poesia, se puede ver que tienes el talento.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en este nuevo emprendimiento y espero llegues a alcanzar todos tus anhelos.
Continúa con el ímpetu de la escritura... Expresar los pensamientos, razones, sabores de la vida, merecen ser liberados del interior...
ResponderEliminarSaludos...