Me decías, entre susurros, que la música que sonaba te parecía el pleonasmo de la excitación, mientras que tus jadeos dejaban de oírse huecos, y ahora ya traspasaban las paredes y llegaban hasta la calle donde la gente apretaba el paso para no oír tal enfático, fálico (a lo Freud), regalo para sus oídos.
Indecencia, se oye murmurar. Juventud loca, demasiada libertad.
Quizá todavía creen que follar les deja ciegos, ah, no… eso era masturbarse.
La alegría de estar vivos, eso es lo que festejamos en una party congénita de la voluntad de poder (ser), ¿verdad Friedrich? La luna traspasa las miradas y se posa sobre el cuerpo desnudo, mientras que las gafas sirven de juguete. Irrigación de la cama... y no, no es agua. Y risas.
Se me queda cara de tonto al ver lo que provoca una simple melodía. Un disparo rompió la situación orgásmica. Silencio. Lejos, suenan sirenas.
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