sábado, 10 de marzo de 2012

Sobre mi palabra ganada.


Me emociona ver que un niño de doce meses empieza a balbucear y a jugar con las palabras. Me emociona observar cómo aprende los planes sintácticos y semánticos del mundo, y cómo su madre le tranquiliza hablándole, "como si supiera desde siempre el secreto de todos los ruidos". Me sorprende que leer " Debajo de la hoja de la verbena / tengo a mi amante malo / Jesús qué pena", una combinación verbal disparatada, me contagie una lejana, inocente y enigmática alegría. Me admira la noble austeridad verbal de la poesia de Rilke:
El caminante tampoco trae, de la ladera de la sierra al valle, un puñado de tierra, indecible para todos, sino una palabra ganada, pura: geneciana amarilla y azul. Quizá estamos aquí para decir: casa, puente, cisterna, puerta, vaso, árbol frutal, ventana, a lo sumo: columna torre.
"Una palabra ganada", qué bella expresión y qué necesaria cuando todos gastamos tantas y desgatamos tantas.

Discúlpenme la pomposidad, cuando lo que quiero decir es una sincera simpleza. Vivo dando vueltas sobre los mismos temas, sobre las mismas cosas. No para decir lo mismo, felizmente. Es para decir más jaranas, deconstruyendo otra vez lo enunciado y volviendo a arreglarlo para decirlo "again".

Escribir es mi acto de liberación en el que lanzo las tabas al aire, en momentos de crisis, en lugares aburridos, en noches de insomnio  llegando a casa, luego de un día agotador. Cada idea vuelta a mostrar es como estar agitando el brazo en alto, dedito acusador de tonto abandonado. Otras veces ha sido como vomitar hasta sacar el alma en pleno ejercicio, un acto de rabia descontrolada en el que las palabras afiladas han sacado a los corazones de sus pechos, para lanzarlos por la borda que es esta vida loca, locaza.

 Puedo escribir para matar algo que está afuera o adentro; para decir “basta” o para impedir que muera (pero siguió muriendo); con toda o sin ninguna vacilación, venida a menos. Díganme, entonces, si tener la posibilidad de esta droga de bajo costo y tan alta permanencia, no es perfecta para seguir viviendo. Imagino que ese ha de ser el súper secreto de los escritores, están absolutamente intoxicados, pegados al teclado o la pluma o lo que sea, con lo que apeteciera enumerar lo que la mente fantasea
.
Perdónenme el enredo, pero es pertinente mostrar que, en este mundo, en el que habita mi mente, hay una Legión, un pasadizo, una nación , un Gordo y un Lobo . Casi nunca interactúan y siempre volverán a ser parte de este cuento, sea para crucificar o para poder decir que yo ahí, camino, corro, me congelo, ahí vivo.

Tal vez mi fascinación, o mi capricho, o mi simple curiosidad de querer entender lo intrinseco, de poder pasar de una cronica a poder pasar a las insospechadas posibilidades de expresión y no limitarme a la desapacionada relacion de los hechos. O no es acaso que cuando uno escribe el espiritu despierta, el alma asume formas palpables, y de ocultas profundidades, de espacios de hielo y de fuego, emerge la fuerza destructora y con esta amenza, la carne y el hueso se complacen; ¿ pero complacerse de qué? ¿y quién se complace de escribir en un blog? Un blog destinado a quedarse por siempre jamas en las redes, vunerable a que pocos o nadie lo lea. De todos modos seguiría siendo una forma de escribir, con los beneficios o sin ellos que de ello depara. ¿ Y que tal escribir para mi mismo? Escribir es escribir y con esto me complazco yo.



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